Extracto del acta de la reunión efectuada por miembros de la familia De Torres, conmemorativa de la participación de sus antepasados en los heroicos sucesos protagonizados por el pueblo de Madrid el dos de mayo de 1808
Madrid, siendo las 20 horas del día dos de mayo de dos mil ocho, fecha en la que se conmemora el Bicentenario del heroico levantamiento del pueblo de esta villa en pro de su libertad, se reúnen en la sacristía de la Basílica Pontificia de San Miguel, templo de la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede en España, los miembros de la familia De Torres que seguidamente se relacionan:
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todos ellos descendientes de D. Antonio de Torres y de Uceta, del mismo modo que también lo es D. Juan José de Torres Maestre, de 95 años, memoria viva del devenir histórico de esta familia, que por su avanzada edad no ha podido trasladarse a este acto pero del que se hace explícito y emocionado recuerdo.
Tras rezar unas preces D. Juan de Torres precisa que:
«Todos los aquí reunidos son miembros de la familia De Torres procedentes de las provincias de Alicante y de Valencia. Como es de todos conocido la convocatoria se efectúa en este templo al haber sido donde D. Juan de Torres y Dª María de Uceta y Martín de Eugenio contrajeron matrimonio y bautizaron posteriormente a sus hijos, a quienes en nuestra familia se tiene por héroes del Dos de Mayo. Se desea dejar expresa constancia del afecto manifestado recientemente por SS.MM. los Reyes de España, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, la Fundación Dos de Mayo, a través de la persona de D. Enrique Ossorio Crespo, y demás autoridades, que con motivo de la fecha que hoy se conmemora han dado todo tipo de facilidades para que podamos rendir homenaje a nuestros antepasados.
En la Sta. Misa, que se celebrará con posterioridad, se dará lectura tanto a la bendición que el Santo Padre, Benedicto XVI, ha hecho llegar a la familia con motivo de la efeméride, como a la oración de los fieles redactada para este día por el P. Vicente Mª Blanco Gamero, SJ.
El relato al que posteriormente se dará lectura, y del que se hace eco en el día de hoy la publicación “Madrid Histórico” y los servicios informativos de ANTENA 3 TV, ha sido trasmitido por nuestros mayores, estando parcialmente reflejado al pie de un crucifijo, reliquia familiar conocida como “El dos de mayo”. Crucifijo que en estos momentos se encuentra cedido al Museo Histórico-Militar de Valencia para la exposición conmemorativa de la Guerra de la Independencia».
Seguidamente D. Javier de Torres Martínez da lectura al texto que se transcribe:
«Este relato, que ha sido trasmitido por nuestros mayores, puede ratificarlo hoy D. Juan José de Torres Maestre, al cual se lo refirió su abuelo D. Juan José de Torres Milán, que lo oyó contar en su niñez de boca de su protagonista D. Antonio de Torres y de Uceta, abuelo suyo y natural de Madrid.
Antonio de Torres, segundo hijo de D. Juan de Torres, hidalgo natural de Santa Cruz de la Zarza (Toledo), y de Dª. María de Uceta y Martín de Eugenio, originaria de Navahermosa (Toledo), nació en el domicilio paterno del número 10 de la madrileña calle del Peñón y fue bautizado en la Parroquia de los Santos Justo y Pastor el día 22 de septiembre de 1790.
Su padre, que falleció cuando él solo contaba cinco años de edad, tenía parientes en la Villa y Corte, en la persona de su sobrina carnal Dª Josefa de Torres y Martínez-Hidalgo (sobrina del fiscal Ordoñez del Consejo), casada con el insigne calígrafo D. Torcuato Torio de la Riva y Herrero.
Narraba Antonio, que en la mañana del lunes dos de mayo de 1808, estando en compañía de dos de sus hermanos, (Vicente, tres años mayor que él, y una hermanita, quizá del posterior enlace de su madre con D. Francisco de León) se vieron inmersos en el levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses.
Aquella mañana los tres hermanos salen de casa y a la altura de San Justo, se ven rodeados de una muchedumbre que, avanzando desde la Plaza de la Villa, les empuja hacia la Plaza Mayor y aledaños. Al buscar una salida hacia la Puerta del Sol, tal y como estaban haciendo muchos vecinos, se topan repentinamente al llegar a la misma, con un estruendo y griterío descomunal.
En lucha cuerpo a cuerpo los franceses ya están acometiendo salvajemente a la multitud allí concentrada. Contagiado por el patriotismo de sus paisanos, Antonio se procura el sable de un francés caído, pero sin tiempo para resolver otra cosa, dado que les acompaña su hermanita, decide ponerla a salvo y corren en dirección a una iglesia próxima, tal vez la del Buen Suceso.
Entre tanto prosigue la defensa tenaz del pueblo de Madrid. Una vez refugiados en el interior del templo, Antonio, socorrido por su hermano y utilizando la faja de uno de los dos, se apresura a sujetar y preservar a la niña en el lugar más inaccesible que encuentra. La ansiedad y el temor, pero también una gran determinación, hacen que ante la proximidad de un ataque, se dispongan sable en mano a proteger el acceso a este lugar, (que él señalaba, estaba en lo alto de una escalera).
Refería que se supo que la iglesia había sido defendida con coraje entre otros, por “los De Torres”, y que en compañía de los paisanos allí refugiados lucharon, con derroche de valor, con los soldados. Estos, momentos antes, ya habían penetrado a la bayoneta en el recinto sagrado por la entrada de la Carrera de San Jerónimo, con el propósito, como hicieron, de masacrar a las gentes que confiadamente habían buscado amparo en su interior. Cuando los franceses abandonan el lugar, Antonio y sus hermanos marchan de allí.
Más tarde, buscado por los franceses por haber sido visto en posesión de un sable, no tuvo más alternativa que aquella triste noche, abandonar clandestinamente Madrid y el hogar de sus padres.
Antonio de Torres, ya solo, terminó arraigándose a partir de 1812 en Villena, y tuvo su domicilio permanente en el nº 11 de la Plaza de Sta. María, como figura en el “Padrón General para Vecinos Forasteros” recogido en el año 1825.
Ha ayudado a mantener vivos aquellos acontecimientos, la reliquia familiar conocida como “El dos de Mayo” que es una cruz de plata del siglo XVII… de 47 x 23 cm, con un pie redondo, en él se puede leer un grabado que dice: "En la mañana del día 2 de mayo de 1808 tres hermanos Torres, dos varones y una niña, participaron en los luctuosos y heroicos sucesos que tuvieron lugar en la Villa de Madrid, defendieron una iglesia y uno de ellos quitándose la faja colgó a la pequeña de una de las bóvedas para preservarla de la refriega - IN MEMORIAM -"».
Han transcurrido 200 años; cambios sociales, avatares políticos.
La familia, desde la humildad y sencillez en que la postró aquel exilio, supo restaurar una dinastía de hombres de bien, juramentos de fidelidad a los principios que han conformado 1a ejecutoria de su centenaria tradición. Aportó a la sociedad personas de elevada piedad e integridad en suficiente número: Sacerdotes, patricios y hombres íntegros, suma de afanes, voluntad de fidelidad en el cumplimiento del mandato de sus mayores de ejercitar las virtudes humanas.
Incardinada en la sociedad actual, iluminada por la doctrina de 1a Iglesia, la familia De Torres reafirma su compromiso con los valores cristianos.
Se reafirma también en los heroicos y beneméritos fines por los que luchó aquel día: por su nación y por su libertad y por ese «mayor bien del pueblo» que es la moralidad, latido interior, sentido de lo trascendente.
A continuación, los presentes formulan solemnemente:
- El firme compromiso de fidelidad a los valores morales que inspiraron secularmente su familia, iluminados por la doctrina de la Iglesia.
- La ratificación de los fines por los que lucharon nuestros antepasados, y que se sustancian en las palabras «Nación y Libertad».
- La reafirmación del particular compromiso para con nuestros mayores, depósito de nuestra tradición, afecto agradecido y formación de las nuevas generaciones en el respeto y la tolerancia.
Impetrando la ayuda de Dios y el amparo de su Santísima Madre para el cumplimiento de estos compromisos.
De lo que se deja constancia, hoy, día dos de mayo del año 2008, constituida esta reunión de miembros de la familia De Torres, que lo acuerda, asume y proclama unánimemente con humilde solemnidad.
Firmas de todos los asistentes.